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ALTEREGUMANCIA

Lucky y Platero

Lucky y Platero

En el zoológico de Maracay había una elefante hembra llamada “Lucky”. 

Lucky quiere decir “suertuda” en inglés.  Irónico nombre.  La muy afortunada estaba presa en el zoológico desde el año 53, casi 60 años después de que fuera capturada mientras pastaba en alguna hermosa sabana de Sri Lanka, o de Borneo o de la India, vaya usted a saber, que el tráfico de animales no sabe de cuentas.

Por aquí la queríamos mucho.  Suena hipócrita decir esto, pero es un sentimiento genuino, si consentimos en dejar de lado nuestra responsabilidad en su terrible pasado y la discusión sobre el papel de los zoológicos y los derechos de los animales. 

Lucky era sin dudas la estrella principal del parque, y su recinto daba a la calle, por lo que era admirada no solo por los visitantes, sino por todo aquel que llegara hasta el tramo final de la bellísima avenida Las Delicias.

El contacto diario con su inmensa figura la había hecho parte de nuestros afectos.  Era miembro importante  de ese cariño que llamamos ciudad y que se despliega en símbolos, cosas, lugares, plantas o animales (por ejemplo: la Maestranza, Choroní, Los Araguaneyes de la Sucre, la estatua del gordo que cuelga de un hilo y las montañas del parque Henry Pittier).

Eso no evitó que en su agonía Lucky se topara con lo que todos nos topamos: si no hay plasma en los hospitales mucho menos hay  medicamentos para los animales, y la dieta especial que se solicitó para sacarla de su postración nunca llegó.  El día de su muerte muchos usaron las redes sociales para tratar de conseguir lo que hacía falta.  Me topé por ahí con Adriana mientras transportaba una pesada caja de dextrosa, donada por una clínica privada de la ciudad.  Supongo que iba a ser usada para prepararle un agua-con-azúcar para sacar del desmayo a la pobre paquiderma, pero vistas las proporciones, creo que era como disolver un cubito de azúcar en un tobo de agua.  El caso es que los esfuerzos fueron inútiles.

El tráfico colapsó frente al zoológico y una muchedumbre se aglomeró en las inmediaciones del recinto carcelario.  Algunas personas se arrodillaban estremecidas por el llanto, mientras elevaban el gigantesco despojo con una grúa de la compañía de electricidad nacional, equipo que se utiliza muy poco, como bien saben todos aquellos a los que se les va la luz varias veces por semana.

Hace unos 3 años Lucky se había hecho de un compañero sentimental bastante inusitado.  Compartía su soledad un burrito, que la sobrevive con el literario nombre de Platero.  Verlos juntos era regocijante.  Una parejita de viejitos dispares que andaban juntos sin tener que decirse, pero sin poder separarse, una justicia del universo que compensaba viejos entuertos, una lección de solidaridad entre los que sufren y se ofrecen lo poquito que tienen: el calor de su ser.

Quien sabe que será ahora de Platero, burro triste en un rincón de la jaula. 

(Espero que no termine en una merienda con los tigres).

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