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ALTEREGUMANCIA

No todos los viajeros son de fiar

No todos los viajeros son de fiar

Una de las cosas que se aprende durante el viaje es que no te puedes fiar de todo el que te acompaña.

Sin embargo, una amplia tolerancia a la falencia humana se instala al principio y al final del viaje.

Al principio porque estás feliz de compartir esa pena itinerante, porque sólo ves las virtudes de aquellos que tienen el buen tino de juntarse contigo en la aventura, porque estás entusiasmado y nada te afecta.  De noche, sentado alrededor de la fogata, escuchando los borgorigmos del río, hablas de duendes, ries al contar en cuantos calambres se midió la jornada, alabas el vino y no te guardas nada en los bolsillos.

Pero alrededor del fuego también se calientan las decepciones, las traiciones, los pleitos y las magulladuras. 

Poco a poco te das cuenta que tienes una tendencia a esperar que todo el mundo esté cortado con tu mismo patrón, que has querido que a todos les parezca bueno lo que a ti, que todos tomen las decisiones en el mismo sentido que a ti te parecen correctas, que les aproveche lo que a ti te sienta justo.  

Y a partir de ese momento —que puede estar marcado por la aparición de las señales que anuncian el fin de la travesía, lo que te llena de una cierta nostalgia que todo lo perdona— el viaje transcurre agridulce, con la aceptación de la diferencia y el disfrute de los encuentros, o con el disfrute de la diferencia y la aceptación de los encuentros, que no es lo mismo aunque se escriba igual.

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