Agresividad y Poder

Una de las contradicciones que más me cuesta manejar es la que se plantea entre libertad y control.
Para mí son irrenunciables el respeto a la diferencia, la tolerancia, la solidaridad, la posibilidad de cuidar de sí mismo, la hospitalidad hacia el otro, la defensa de los derechos de todos.
Por otro lado, reconozco con cierta pena y vergüenza que a veces la violencia se hace necesaria. Incluso para defender todo lo anterior.
Muchos han planteado que es el Estado el que debe poseer el monopolio de esa violencia, y que debe usarla para controlar la tendencia que tienen los ciudadanos a no respetarse entre sí.
Una de las formas más usadas de esa violencia implica la privación de libertad (con el uso racional de la fuerza que lleva aparejado) como forma de castigo y prevención.
Pero hay que añadir muchas otras formas de intervención que parecieran necesarias, pero que muchas veces generan una gran controversia: la vigilancia, la censura, las prohibiciones, las manipulaciones.
El más controversial de estos métodos violentos es quizás la guerra. Son los episodios más terribles de nuestra historia, debido al terror, la miseria, los crímenes y la muerte que acarrean.
El problema es que muchas veces lo único que se puede hacer para evitar una guerra es eliminar las circunstancias que la justifican. Por tanto, existen esas circunstancias que darían razón a un conflicto. Eliminarlas evitaría la guerra, pero el horizonte amenazador sigue siendo ese: el belicismo como solución. Es una trampa. Tratar de evitar una guerra es reconocer que hay causas para una guerra.
Además, a estas circunstancias se mezclan siempre los intereses más bajos (la guerra es también un negocio del Estado), o las posturas morales más elevadas (Estados que se abrogan una capacidad moral superior para decidir) y pareciera que hay siempre una serie de eventos y causas que de alguna manera justifican que se produzca el "hasta aquí" violento de la guerra. Algunos episodios históricos han desembocado en guerras consideradas "justificadas", y que no se sabría muy bien cómo haberlas evitado. Pero también hay innumerables ocasiones que parecen no sólo injustas sino también injustificadas…
En todo caso pareciera un asunto que debería someterse a una profunda y constante reflexión por parte del Estado, cosa que no siempre se da.
La forma y el alcance con el que debe intervenir el Estado no es compartida por todos, y muchas veces depende de las ideologías, que encallecen el pensamiento.
Algunos piensan que el Estado se debe ocupar casi exclusivamente de administrar los servicios públicos, y dejar la economía, la cultura e incluso la educación al resto de los poderes.
Otros piensan que el Estado debe enfrentarse a muchos males de nuestra sociedad: frenar la corrupción, la especulación, el fraude financiero, los abusos a los derechos humanos, las componendas para delinquir, los crímenes, y un largo etc. Esta convicción política considera que debe proteger la fragilidad de sus ciudadanos ante los intereses de los poderosos. El Estado debería defendernos del Banco que se aprovecha, de la Secta que nos aliena, de los valores distorsionados que nos esclavizan.
El problema es que bajo esta perspectiva el Estado se erige como aquel que lucha contra el mal, y desafortunadamente, lo que ocurre con frecuencia es que el Estado se abroga una superioridad moral que lo lleva a meterse en todo y en todas partes ("el enemigo puede estar alojado en cualquier lugar, y hay que expurgarlo").
Además, este tipo de Estado muchas veces considera que tiene el monopolio de la crítica. Nadie puede quejarse, nadie puede protestar, porque el Estado es y hace "el Bien" por antonomasia.
Y cuando se equivoca él mismo hace la labor de reflexionar, autocríticarse y cambiar. No necesita de nadie que venga a señalarle sus errores, y dudar de su capacidad para encontrar el buen camino es sencillamente reaccionario, antipatriota o terrorista.
Cualquiera que critique al Estado "Bienhechor" envidia lo que este ha logrado, y por eso quiere destruirlo. De ahí que el Estado considera que debe atacar primero, con toda la violencia que sea necesaria, y usando todas las herramientas con las que cuenta: cárcel, persecución, censura, prohibición y guerra.
La pregunta que me hago aquí es la siguiente: ¿Cómo tener un Estado lo suficientemente valiente, recto y combativo, que pueda asumir la resistencia contra las diversas formas de poderes nocivos: injustos, fanáticos, destructivos, autoritarios, egoístas, crueles, intolerantes, corruptos, irresponsables y un larguísimo etc., pero que a un mismo tiempo no se crea con patente de corso para hacer lo que le venga en gana con sus ciudadanos, su país o el mundo entero?
1 comentario
Alexandra Garbi -
Éxitos, Señor Profesor
=)