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ALTEREGUMANCIA

Divagaciones sobre ser papá

Divagaciones sobre ser papá

Para mi hija, por supuesto.

 

Ser papá lleva asociado una afasia: uno se siente impotente al tratar de expresar la maravilla. 

Pero me gusta escribir, y sobre todo me gusta escribir acerca de lo que me gusta.  Por eso algo quisiera yo poner (o más bien sería cacarear) aquí en este mi blog.

Suplico entonces comprensión de todos los que son padres y madres, que saben que toda cosa que uno diga es poca.  Y con la paciencia de los que no lo son, porque nos ven desde lejos, ojerosos y un poco trastornados, y entienden que esto es lo que hay.

En todo caso lo que haré será divagar un poco, anotando algunas de las cosas que me han ocurrido o he sentido o pensado desde que sin permiso, y sin siquiera ser gente,  hago gente.

Una de las primeras afirmaciones que quisiera enfatizar es que el asunto de la paternidad no es como te lo cuentan.  (Y eso que todos tenemos un cuento).     

Sorprendentemente, la mayoría pretende ponerte sobre aviso: ¡Ay lo que te espera!  Noches sin dormir, miedos, malcriadeces, llantos,  preocupaciones, gastos.

Mi esposa y yo, en ese sentido, hemos tenido suerte.  Lo de ser padre y madre se nos ha dado bien, suave, fácil (gracias a Dios, toco madera y escupo tres veces, porsia).  Me atrevería a decir: de fábula.  La hija no da guerra, es valiente, llora poquísimo, duerme toda la noche y hace siestas, espera quietita a que uno termine lo que está haciendo, y te advierte, con exclamaciones claras pero no escandalosas, cuando ya se te pasó la mano con los tiempos libres.

No es fácil, tampoco les voy a mentir.  (Hay gente que también exagera en la otra dirección, contándote que todo es gozo,  felicidad, fiesta y diversión).

Criar un niño es un trabajo hecho bajo presión, por manos inexpertas e inseguras. 

En ese sentido creo que la historia y el consejo más útil me la contó un papá que también es psicoanalista.  Me comentó que todos los libros acerca de la paternidad te dicen la increíble experiencia que es, lo bien que te vas a sentir, lo grande que es ser papá.  Ninguno te dice que también es difícil.  Ninguno te advierte que algún día te puedes sentir tan desesperado que te provocaría tirar al muchacho por la ventana.  Y entonces concluyó:  "Lo anormal es que realmente llegues a tirarlo. Pero que te den ganas de hacerlo es normal". 

Por cierto, los franceses tienen un dicho: no se debe tirar al bebé junto con el agua con que lo bañaste.  Tiene que ver con olvidarse de lo esencial.  O cuando echamos a perder lo que está bien tratando de salir de lo malo.

Digamos pues que, a pesar de que no es fácil, y que uno podría desesperarse por momentos,  si uno se lamenta demasiado, si no le dedica tiempo suficiente, si no le pone voluntad y buen humor, si no adopta una actitud serenísima, entonces se pierde de la maravilla.

Y es que la maravilla está en una serie de detalles.

A mí por ejemplo, cuando la tengo entre brazos, me encanta percibir su mirada al mundo, de abajo hacia arriba, con la boquita entreabierta, con esa fascinación ingenua del que lo ve todo nuevecito.

La extraño inmediatamente después de que se va a dormir, exhausta, echando los bracitos hacia atrás, en actitud de "cuelgo los guantes".  Me provoca meterme en la cuna con ella.

Al escuchar las canciones en la radio,  asocio las letras con mi hija…  "Eres lo que más quiero", "Ne me quitte pas", "I put a spell on you",  tienen ahora otro sentido.

Ahora veo distinto a los niños.  Pasaron de ser una parte normal del entorno a una poderosa conexión automática.  "Todos los niños son tus hijos", dicen con toda razón.  Te fascinan los pasitos torpes de aquel que va allá.  No quieres que tu hija haga pataletas como el que ves en el supermercado.  Te ríes con las palabras que escoge aquel que ya habla.  Lloras de inmediato con todos los que sufren.

Uno renuncia a aquel inmenso placer de dormir sin la más mínima queja.  Diría que es casi un placer levantarse 100 veces por la noche para revisarlos cuando gimen o tosen, para alimentar o cambiar pañales.  Me imagino, más adelante, levantándome heroico, para  ahuyentar sus pesadillas.

Para terminar, tengo que decir que me embarga un  sentimiento muy raro acerca de mi responsabilidad como padre.  Mi hija se porta tan bien que me parece que ella me estuviera cuidando a mí y a mi  esposa.  O en todo caso, que fuéramos compañeros de vida y estuviéramos cuidándonos entre todos.  Me gustaría que siempre fuera así.

Sin embargo estoy ahora más consciente que nunca de mis torpezas, de mis olvidos, de mis distracciones… Me siento como un accidente en ciernes, pero me enorgullece el esfuerzo inmenso que tengo que hacer para cuidarla.  Creo que mi alerta de ser un peligro de alguna manera la protege.

Todo el mundo busca parecidos en el físico de los niños. Pertenencias:  los ojos son como los del abuelo, la nariz del papá, la boca de la mamá, los pies de la abuela… Queremos estar presentes, influenciar, formar parte de las nuevas generaciones.  Es un deseo válido, por supuesto, muchas veces necesario.  Es la carrera de relevos, el paso del testigo.

Sin embargo, yo espero sobre todo  que logre parecerse a sí misma.  Quisiera que pudiera tomar sus propias decisiones.  Que tuviera libertad y prudencia para escoger su carrera, su pareja, su religión, su territorio, su misión. 

Sé que vamos a tratar de influir.  No creo que sea malo tratar de influir.  Pero espero que,  siempre que podamos,  tengamos la sabiduría de ofrecerle opciones y dejarla escoger.

 

Estamos aprendiendo…

 

1 comentario

Anonimo -

Que lindura lo que escribe usted señor papá. Yo también tengo un hijo y me parecía leerme a mi misma, como si hubiese sido (cómo se llama la sensación de Déjà vu en la que sientes que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación nueva?). Mis más sinceras felicitaciones a ustedes tres. Estoy convencida de que forman un equipo ejemplar. Mil felicidades