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ALTEREGUMANCIA

Yo caudillo, tu caudillo, nosotros caudilleamos.

Yo caudillo, tu caudillo, nosotros caudilleamos.

Vi la rueda de prensa de Ravell y quedé en shock. 

No sólo porque tardara ocho días en ofrecer su versión de lo que forzó su renuncia, con la poca transparencia que (con toda razón) siempre se le ha criticado al gobierno,

No sólo porque se terminara la rueda de prensa y no hubiera explicado que fue lo que pasó, respondiendo todas las preguntas con evasivas, anécdotas que no venían a cuento o chistes malos (como lo hace siempre el que te conté),

No sólo porque estuvo todo el rato regañando, amenazando e insultando a los presentes en la sala tratándolos como niños (“pórtate bien que por ahí está tu jefa” le dijo a una periodista), de forma autoritaria y grosera (como acostumbra el presi los domingos),

No sólo porque le dedicara más tiempo a insultar a los chavistas y a Chávez que a discutir el tema por el que había convocado la reunión (tal como hace el otro en vez de gobernar y solucionar los problemas del país),

No sólo porque dijera que la mayor pérdida que sufría el canal en el que trabajaba era que ya no lo iba a tener a él “llamando a cada rato para mentarle la madre a quien se equivocara”, (cual caudillo mediático, igualito al abusador que insulta a sus camarógrafos en su programa dominical),

No sólo porque nos hiciera perder el tiempo con los cuentos de sus aventuras salvando gente, su precioso nieto gringo que se llama Alberto Federico Ravell y sus magníficos proyectos futuros para salvar a la oposición y al país (como los ataques delirantes que agarra siempre el innombrable),

No sólo porque recurriera a la ridiculez mediática de anunciar los “videos escandalosos” que tiene a buen resguardo para mostrarlos algún día (¿recuerdan las listas de corruptos de Piñerua?) y que acusara a medio gabinete chavista sin mostrar las pruebas (tal como hace dos veces por semana el comandante),

No sólo porque comenzara la rueda de prensa diciendo “por ahora los objetivos han sido cumplidos” (imitando, oh paradoja, las fatídicas palabras del golpista mayor),

No sólo porque habla fatal para ser un comunicador (como aquél habla fatal para ser un presidente),

No sólo porque es incapaz de hacer autocrítica, afirmando que le deja a los demás esa tarea (con lo que los demás quedan siempre como unos necios que no saben apreciar la maravilla de sus acciones, exactamente como hace el inquilino de Miraflores),

No sólo porque resultaba demasiado evidente que su mayor arrechera es que él no es presidente, que no tiene todo el poder que quisiera para amedrentar, insultar, mangonear y pasar horas contándonos lo que a él le parece que todos deberíamos hacer (tal como lo hace Hugo).  Pareciera que Alberto no ha luchado todos estos años por temor a la dictadura o el totalitarismo, sino por envidia, porque él quisiera ser el hegemón.  Y si no es él, entonces nadie.

No sólo es por eso, no.

Lo que de verdad me impactó es la reacción de la gente después de ver a Alberto Federico Ravell. Admirativos, orgullosos, extáticos, todos comentaban la proeza de su intervención.  Lo que de verdad me conmovió es que muy posiblemente eso sea lo que todos queremos, y por eso nos gustan tanto los dictadores: porque hacen lo que les da la gana, sin consultar ni pedir permiso.  Y encima se les adula y glorifica.  Nos gustan los caudillos, que le vamos a hacer.  Nos gusta "caudillear" si me permiten el verbo.

Yo creo que Alberto y Hugo son los dos polos de un mismo proceder, girando, ambos, alrededor del poder mediático (por eso a Chacumbele le daba tanta envidia el “cañón” de Ravell, comparado con los ratings miserables de los medios de comunicación con los que cuenta).

Nuestra principal labor, la imposibilidad que nos debe animar, es encontrar nuevas formas de pensarnos, que escapen de esos extremos que se tocan y resultan idénticos.

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