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ALTEREGUMANCIA

La Neutralidad es de derecha.

La Neutralidad es de derecha.

La neutralidad es considerada muchas veces una mala palabra, una impostura y un imposible. 

 

Es considerada también el parapeto detrás del que se esconde la cobardía para tirar piedras a las valientes posturas que se atreven a mostrar la cara. 

 

De ahí que la neutralidad no pueda ser de izquierda.  Un cobarde escondido, por definición, tiene que terminar siendo conservador.  El sujeto de izquierda va de frente y casi siempre viste de rojo para que se le vea desde lejos.  Lleva la convicción de bandera, bien en alto y defiende con agresividad la idea fija que lo define.  No teme importunar, ser grosero o imponerse, porque en última instancia, lo hace por un valor superior: la Revolución. 

 

Debe ser por esto que el historiador Eugen Weber dijo que: “…aquellos que tratan de escapar de las etiquetas son simplemente gente de derecha que todavía no han salido de una neutralidad prudente”.  Si uno quiere ser bueno (es decir, de izquierda) debe ponerse su etiqueta en la frente, y ostentarla sin vergüenza. Que todo el mundo sepa que vas con todo, que nada te arredra, que eres capaz de cualquier cosa, que no dudas.  La duda es imperdonable para los valientes de izquierda.  El que duda traiciona.

 

El problema es que toda creación es inclasificable, rompe con las categorías previas, no puede ser etiquetada. Muchas veces, en el acto creativo se tiene como meta salir de las disyuntivas, de las categorías ya establecidas,  salirse del molde que establece que “esto es A o B”.  Claro, están los continuadores de una tendencia, que la ensanchan, la profundizan e incluso la redefinen con su trabajo.  Y son muy necesarios.  Pero la verdadera creación, la que provoca una ruptura, la que cambia la manera de pensar un asunto y aporta una perspectiva completamente novedosa; la creación que expresa lo impensado, no puede llevar las insignias de alguna identidad previa.  En ese sentido, la verdadera creación es neutra.

 

La neutralidad es también una forma de los procedimientos, la cual garantiza la coexistencia de valores, y permite tras relación agónica, que prevalezca alguno de ellos sobre los otros, velando por que para lograrlo no se recurra a medios ilegales, ilegítimos, desleales o injustos.  Y además, sin que se pretenda la supresión de la neutralidad, y con ella, por consecuencia, la posibilidad de que el resto de valores en pugna puedan seguir luchando por hacer de su planteamiento un discurso significante en la realidad.  De esta forma, la neutralidad garantiza la pluralidad. 

 

Existe quizás, un tipo de virtud “neutral”.  Esta consistiría en un sistema de principios prácticos, de los cuales no se pretende que correspondan exactamente con ninguna situación específica, pero que sirven para la toma de decisiones.  Está virtud, a la que podríamos dar el antiguo nombre de prudencia, consiste en hacer uso de un tipo de reflexión compleja en la que se utilice la mayor cantidad de actos mentales y datos circunstanciales que el tiempo de decisión permita, combinado con un análisis caso a caso, esto es, tomando en cuenta cada situación particular. 

 

Todo esto  resulta contrario a la adhesión automática que exigen ciertos grupos: partidos políticos rígidos, bandos fanatizados, hordas violentas, asociaciones irreflexivas al servicio de una ideología y de un ideólogo.  De ahí que todo aquel que quiera utilizar su mente para sopesar los pro y los contra, evaluar los argumentos contrarios, aceptar la posibilidad de que varias propuestas puedan tener sentido, o buscar soluciones intermedias, todo aquel que quiera utilizar la prudencia como virtud neutra para dar cabida a la pluralidad en su reflexión, generará controversias de ubicuidad, ambigüedad y oportunismo; y será calificado de blando, traidor o hereje.   

 

El problema estriba en que para muchos, la pluralidad también es una mala palabra.  A veces desearían que todo el mundo pensara igual y no se resistieran a lo que para ellos resulta evidente.  Estos “unificadores” (granitos de arena de cualquier totalitarismo) realmente no tienen bando, se mueven hacia donde apunta el poder.  Pero la próxima cita viene de nuevo de la izquierda militante, esta vez representada por la hermosa Simone de Beauvoir (ver foto), que decía sin que le temblara la voz: “la verdad solo es una.  El error es múltiple.  Por eso no es de extrañar que la derecha defienda el pluralismo”.

 

Por tanto, la neutralidad es de derecha, L.Q.Q.D

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