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ALTEREGUMANCIA

Las estatuas de Bolívar

Las estatuas de Bolívar

Me encomendaron hacer una estatua para conmemorar el nacimiento del Prócer de la Patria.

Un fulano gris, empleado de la alcaldía vino a verme una mañana y me ofreció una cantidad X para que esculpiera una estatua para la plaza Bolívar de W. 

El dinero era poco, aunque el burócrata me propuso el trato con un dejo de desprecio, como si me estuviera otorgando una venia que yo debía aceptar alborozado.

Inmediatamente recordé los ejemplos que me daba mi Profesor de Filosofía para tratar de hacernos entender  las causas aristotélicas:  "La causa material es la materia de la que está hecho algo,  y que le permite ser lo que es.  Por ejemplo, una estatua de Bolívar estará hecha de… ¡Bronce! muy bien.  Porque el bronce es moldeable y duradero.  Si uno la hace de hielo, se derrite y desaparece.  El hielo está bien para hacer estatuas seudo-eróticas para una fiesta, pero no para una estatua de Bolívar". 

"Luego, la causa formal, es precisamente la forma, las características esenciales que hacen que algo sea lo que es.  En la estatua de Bolívar la forma dependerá de la plaza.  En una plaza pequeña será… ¡Un busto! muy bien. En una plaza más grande lo tendremos de pie.  En plazas importantes estará a caballo.  Y en las plazas de gran envergadura el caballo estará en equilibrio sobre dos de sus patas, y Bolívar blandirá su espada". 

"Después tenemos la causa eficiente, que es el ente que hace posible que la cosa llegue a existir.  En el caso de la estatua de Bolívar será… ¡El escultor! muy bien.   Por último tenemos la causa final.  Esta representa la finalidad, la razón por la que algo llega a ser lo que es.  En el caso de nuestro ejemplo… ¿Para qué se manda a hacer una estatua de Bolívar?... ¿Para honrar la memoria del Prócer de la Patria dicen? Ingenuos.. ¡Para que el Alcalde se embolsille unos reales!  Pide 100 millones para la estatua, le da un millón a un escultor de poca monta y con ganas de figurar, y se queda con los otros 99."

Yo era, seguramente, el escultor de medio pelo.  Dos o tres de mis estatuas — que representaban hombres tratando de mantener el equilibrio en situaciones improbables— estaban ubicadas en puntos más o menos visibles de la ciudad.  Pero nunca estaba de más ganarse unos centavos extra con un encargo. 

Me dieron la fecha estimada de inauguración de la Plaza Bolívar de W y me puse de inmediato a diseñar lo que haría.

Desde el primer momento me propuse hacer una estatua de Bolívar que rompiera con las convenciones.  La mía sería diferente.  Sería recordada e imitada.

Yo quería representar otro Bolívar.  ¡Y lo logré!

El día de la inauguración estaba presente la crema y nata de W.  Un escalofrío me enderezó el espinazo, y no supe si era miedo u orgullo.  Cuando el Alcaide tiró de la cuerda la primera reacción de la masa fue un silencio estuporoso.  Todos quedaron con la boca abierta, nadie se atrevía a respirar.  Juntos parecían la fotografía de una coral entonando el himno.  Luego empezaron las caras sonrojadas, los abucheos, los gritos y las piedras aventadas contra la espalda y las nalgas del gran Simón.

La estatua representaba al Padre de la Patria, totalmente desnudo, montado encima de una (que podía ser Manuelita, la "Pepa" o cualquiera de las otras).  Simón arquea la espalda para poder verle los ojos a su amante mientras la taladra.  Una posición del misionero clásica, pero a mi entender, hecha con brío.  La figura femenina se empeña en voltear la cara hacia un lado, mientras su rostro muestra las señales de un éxtasis fatigado.

Nadie captó la importancia de mi obra.  La estatua fue desmontada y desapareció en algún oscuro sótano de los edificios públicos. Ese día casi me linchan, y poco después me dieron cárcel por cinco años, acusado de apátrida y traidor.  Esto que escribo llegará a ustedes por las veredas rebeldes que tiene la palabra.  No dejo de pensar en lo que haré cuando salga de aquí.

Quiero tallar una estatua en la que Bolívar este cagando. 

Quiero inmortalizarlo agachado, justo en el momento en el que la puntita del mojón asoma, y el héroe, como cualquier hijo de vecina, aprieta todas las venas, arterias y tendones de su cuello para darle el empujón final.

Con esa me forzarán al exilio, y mi carrera estará consagrada.

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