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ALTEREGUMANCIA

Cuando Chávez se haya ido

Cuando Chávez se haya ido

Es probable que, haciendo un balance, tendremos cosas buenas que decir de su gestión.  Muchas malas, pero cosas buenas también.

Cuando una de las amenazas de liderazgo totalitario del siglo XXI haya pasado,  con suspiros de alivio, podremos analizar los 14 años de su gestión con un espíritu sosegado.  Ojalá no tengamos demasiados presos y muertos que lamentar (en Venezuela uno no sabe nunca si sobran o si faltan los presos, pero no hay duda de que demasiada gente muere por descontrol social).

Cuando sean cosa del pasado la agresión constante, las triquiñuelas ilegítimas, los desequilibrios institucionales buscados y a veces regalados, y sólo parezcan una equivocada estrategia de gobierno, en vez de una escalada de la violencia autocrática, podremos conceder acaso lo que fue legítimo o provocado, lo que fue un reflejo defensivo.

Por eso era que pedíamos que no se estableciera la reelección indefinida en nuestro sistema político.  La obligatoriedad del cambio, cada cierto tiempo, del equipo de funcionarios que llamamos gobierno, haría menos angustioso estos análisis.  Es la posibilidad de la eternización del gobierno de turno el que hace más oscuro y aciago el pronóstico. 

Tiendo a ser optimista.  Creo que podemos recuperarnos relativamente rápido del caos en el que estamos sumergidos.

Sin embargo este caos no es lo único que resultó de este período.  Repito: algo bueno quedará… No es mucho, está disperso, difuso, mal encaminado. Debo reconocer que me cuesta reconocerle cualquier cosa.

Pero si algo me salé fácil es reconocerle haber generado conciencia.  Un despertar.  Un darse cuenta de lo importante que es participar.  Lo importante que es saber que la política no es un asunto de los políticos, o que políticos somos todos.  Es saber saberse organizar.  Saber planificar lo que queremos ser. Saber pensar el país.  Y ser consecuente con ello cada día.

Asimilar la importancia que tiene para un país los gestos sencillos: ser honesto, hacer bien su trabajo, pensar en los demás.

Dejar de esperar al Mesías, al Superhombre o al héroe épico.

En última instancia dependerá de qué tan bien hayamos asimilado la lección. 

Depende de la respuesta que le hayamos dado a la pregunta que nos hacíamos en plena crisis de finales del siglo XX: ¿Podemos estar peor? 

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