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ALTEREGUMANCIA

De la muerte que deja un ¡Ay!

De la muerte que deja un ¡Ay!

Un día, después de muchos que habían pasado, después de recorrer caminos sin llevar registro,  hito o referencia, alguien del grupo murió.

En ese momento no supimos que había muerto.  Pensamos que se había rendido, y que había torcido camino hacia alguna de las ciudades que anunciaban su presencia con kilómetros de anticipación, prolongando su claustrofobia en la basura abandonada, y en los grises dedos de miseria humana que la gente de las ciudades llama suburbios.

Pensamos en su traición con un poco de tristeza.  Un diálogo que escuche en las filas dispersas puede servir de resumen del estado de ánimo que nos embargaba:

-       Pudo habernos hecho una señal.

-       Quizá la hizo y no pudimos verlo.

-       Quizá su partida ES una señal, dijo Julia, único profesional de la medicina en nuestra expedición.

-       Ya te vas a poner pesada con la metafísica del adiós, dijo alguien que debía conocerla, pero que no pude identificar.

-       Tienes razón, a veces me pongo  tonta cuando me da hambre, ¡pero a que a nadie le gustan las despedidas...!

Como siempre en el caso de los que aceptan la posibilidad de estar equivocados en grado patético, Julia tenía razón.

Era un signo.

Volvimos al tema una y otra vez en las fogatas nocturnas.  Hacíamos rodar un faso que nunca regresaba y aprovechábamos las volutas de profundidad para analizar las posibles derivaciones.  Pensamos en la llegada de la enfermedad, aunque hasta ahora nos hubiera perdonado.  Quizás alguna peste del viajero, algún cáncer subrepticio y fulminante, algún virus de mala muerte.

Pero descartamos rápidamente la idea.  Nadie se había enfermado en meses.   No era alimento lo que faltaba en las tierras que habían sido olvidadas por los Circuitos Cerrados de Producción de Esenciales.   Si alguien hubiera enfermado se hubiera notado mucho, aún en un grupo tan numeroso.  La enfermedad hubiera creado las vibraciones de alarma que suelen sacudir a los cardúmenes o a las manadas... 

Pensamos por supuesto en los accidentes.  En las caídas, las avalanchas, los meteoritos, los rayos, los alienígenas, las explosiones del cerebro.  Pero todas estos dejan siempre por lo menos un ¡ay!

Todo deja huella, y nadie vio, escuchó o sintió nada. 

Eso era lo particular del asunto.  Nadie vio nada.  Nadie escuchó un adiós, nadie vio algún vómito, nadie olió la descomposición.  ¿Está muerto quien no vimos morir?

2 comentarios

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me gusta la idea... Rock o boleros?

yldemaro villavicencio -

quiero hacer un disco con tus letras man