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ALTEREGUMANCIA

Política

El Argumento Asimétrico

El Argumento Asimétrico

Rousseau decía que estar en democracia implicaba aceptar que en algunos momentos las concepciones o ideas de un grupo iban a regir el destino de la nación, y que había que apoyarlas, sin que eso implicara que uno dejara de luchar por el que otras concepciones y otras ideas tuvieran su chance de ser aceptadas por la mayoría.

El problema es que hay algo sumamente difícil de digerir en esta alternancia democrática.  Muchas veces cuesta aceptar que el otro este escogiendo esas concepciones e ideas porque las ha reflexionado.  Nos parece que cuando escoge no lo hace en función del bien común, sino por razones más espurias.  Y con mucha frecuencia lo mismo sucede en ambos bandos en disputa.

Ambas partes pueden aducir que el otro es un ignorante, o que se deja manipular, o que cree en una opción seductora pero que en el fondo es maligna.

De ahí que es un diálogo con el espejo y no hay forma de avanzar. 

Los comeflor dicen que tendríamos que hablar de lo que tenemos en común: el país. En la práctica es inútil porque siguen siendo dos  visiones contrapuestas en el contenido, y que sólo coinciden en que cada una afirma que la suya es la correcta y la otra conduce al abismo y la destrucción.

Los más radicales dicen que la única solución es la violencia y el horror de la guerra.  Aniquilar al otro y sanseacabó, no más discusiones. 

Los más desesperados optan por irse, coger sus bártulos y buscar una sociedad menos enferma, donde la gente haya llegado por unas vías u otras a entenderse y a aceptarse.

El sueño sería encontrar una especie de clave oculta del conflicto: un argumento que no pueda ser devuelto automáticamente, en la típica respuesta, un poco infantil, "tú eres el que está equivocado,  el inmoral, el inmaduro".

Este planteamiento quitaría la piedra de tranca, y llevaría a todos los involucrados en la elección a darse cuenta de que la verdad, parte de ella, o algunas  verdades acerca de las posturas en juego podrían ser dilucidadas siguiendo ese argumento no-reversible, ese "argumento asimétrico".

En nuestro caso, por ejemplo, el progresivo deterioro del país no sirve de argumento asimétrico.  El gobierno culpa a la oposición de sabotaje, y la gente se lo cree (es tan fácil echarle la culpa a una conspiración invisible). O simplemente dice que el dinero se está utilizando para ayudar a los más desfavorecidos y no da para tapar los huecos y limpiar las calles.

Tampoco sirve plantear que el gobierno manipula a las masas (con dádivas o amenazas), porque desde la otra orilla nos gritan que  el capitalismo perverso seduce a las masas con sus falsos paraísos.

Si se afirma que el gobierno favorece lo irreflexivo, inmaduro, fanatizado y casi religioso en las decisiones políticas, los revolucionarios plantean que los medios de comunicación le han lavado el cerebro a las personas, o que las clases dominantes han destilado su veneno  en el alma de los desprotegidos.

No funciona como argumento señalar los abusos de poder por parte de los gobernantes, porque se nos contesta con acusaciones de abuso de poder por parte de la burguesía.

¿Cómo conseguir el argumento asimétrico? ¿Cómo dialogar con el otro para que escuche otras razones sin desecharlas mediante un simple rebote acusador? ¿Cómo crear ideas que desarmen las posturas enfrentadas, que despolaricen los análisis, que minimicen las diferencias y nos emplacen en un territorio donde podamos movernos sin mostrarnos los dientes?

Es posible que encontrar estos argumentos sea una labor de paciencia, de construcción progresiva, una cuestión de reflexión constante, de diálogo plural, de educación, de discusión pública, de activismo desinteresado, cosas para las que, desafortunadamente, muchas veces no tenemos tiempo, ni ganas, ni fuerzas, en esta forma que tenemos de relacionarnos desde la superficie y el apresuramiento.

La apuesta Radonski-Chavez

La apuesta Radonski-Chavez

Para este próximo 7 de octubre, día de las elecciones presidenciales en Venezuela, creo que puede resultar útil recordar la apuesta de Pascal.

Este filósofo, refiriéndose a la crucial decisión de si  uno debe creer o no creer en Dios, planteaba que lo mejor era pensar en una apuesta. 

Si apostamos por no creer y resulta que Dios existe perdemos la apuesta y nos espera una eternidad de condenación, por no haber tenido fe en él.

Si apostamos por creer y resulta que Dios no existe también perdemos la apuesta, pero como después de la muerte no habrá nada, o sólo habrá la Nada, no habrá ninguna consecuencia: no hay cielo, ni condenación. En este caso no importa que perdamos, porque el resultado no nos afecta.

Por lo tanto, creer en Dios es una apuesta menos riesgosa, porque en el peor de los casos, no hay castigo, ni se pierde nada

En el caso de la decisión por quién sería mejor gobernante,  Chávez o Capriles Radonski ocurre algo parecido.

Pensemos el caso del presidente saliente. Ya conocemos su forma de gobernar, por lo que votar por él es apostar a que va a mejorar lo que hasta ahora ha hecho.

Si apostamos por Chávez y perdemos, es decir, empeora su forma de gobernar, las consecuencias pueden ser irreversibles.

Mientras más tiempo se está en el poder mayor es la cantidad de mecanismos, sistemas y estrategias que te permiten sujetarte a él.  Tal como lo dijo Bolívar, el que gobierna se acostumbra a mandar y los gobernados se acostumbran a obedecer.   

Este (como cualquier otro) gobierno, intenta controlar las instituciones del Estado.  Para que se le haga más fácil cumplir con sus objetivos utiliza todos los medios posibles para tener la mayoría en la Asamblea Legislativa, donde se elaboran las leyes, en el Tribunal Supremo, donde se administra la Justicia, y en el Consejo Nacional Electoral, dónde se arbitran los cambios de gobierno.  Este (como cualquier otro) gobierno considera que su proyecto es el mejor, y debe garantizarse, de la manera que sea, que este proyecto predomine por el mayor tiempo posible.

Así, cada año que pasa disminuye la posibilidad de la alternabilidad de ideas, esfuerzos o equipos humanos, y por tanto se consolida una permanencia indefinida de Chávez y su partido en el poder.

Aunque empeore será cada vez más difícil buscar un cambio.

Además, ya pueden verse los signos de un agotamiento de su gestión.  Si bien en algunos aspectos el gobierno ha tenido grandes aciertos (las pensiones del seguro social, por ejemplo), en muchos otros hay severas deficiencias: inseguridad, vialidad, servicios públicos, sectarismo político, corrupción, sueldos, etc.  Las bondades se establecieron desde un principio y las deficiencias han sido progresivas y cada vez más marcadas. 

Pensar que va a mejorar es bastante arriesgado, y lo que hay que perder es muy importante.

Por otro lado, si apostamos por Radonski y perdemos, es decir, Radonski resulta ser un mal gobernante (lo mismo de siempre, el regreso de la cuarta república, etc.) el impacto para el país es mucho menor,  porque quedan todo el resto de las instituciones, mayoritariamente chavistas, para impedir que lleve el país a la perdición.

De ahí que la apuesta menos arriesgada sea la de probar con Capriles-Radonski.

Solo es posible indignarse en libertad

Solo es posible indignarse en libertad

Al fenómeno de los "Indignados", o a la "Primavera Árabe" se le ha venido dando la etiqueta intelectual de "Nuevos Movimientos Sociales". Se concibe a estas manifestaciones como la más reciente forma de protesta ante las derivas del poder. Más particularizada en sus reclamos, múltiple en participación y difusa en sus alcances, pudieran estar cumpliendo la función, u ocupando el vacío dejado por el desgaste de aquellas formas de organización que se encargaban de reclamar a los poderosos la negligencia de sus obligaciones o los abusos en su accionar: sindicatos, partidos políticos y organizaciones no-gubernamentales.

Pero lo que no se debe olvidar (sobre todo aquellos que piensan que estas manifestaciones representan un refrescamiento exclusivo de la lucha anti-capitalista) es que estos movimientos sociales sólo aparecen en sociedades libres.

Son completamente inexistentes en Corea del Norte, y masacradas en Siria, Cuba, Rusia y China.

Aunque en sociedades democráticas siempre se hacen intentos de disolver las protestas, estas intervenciones, que forman parte del tira y encoge típico del poder, tienen que entrar dentro de la legalidad. Podemos tomar como ejemplo las acciones violentas contra los manifestantes ocurridas en Cataluña, las cuales están siendo dirimidas en tribunales, con la presencia de los principales responsables gubernamentales.

Las protestas no son pues (sólo) una reacción contra el malvado capitalismo, idea anacrónica y reduccionista, sino la actividad dinámica de crítica, reclamo y búsqueda de soluciones que es consustancial a las democracias.

¿En qué quedamos…? ¿Somos iguales o no?

¿En qué quedamos…? ¿Somos iguales o no?

Nuestro presidente, el paladín de la justicia social, el desfacedor de entuertos meritocráticos, el vengador de los excluidos, ha insistido en afirmar, por lo menos en dos ocasiones, que él está en un "ranking" que sólo algunos elegidos (por los votos) pueden alcanzar.

Ergo, todos los que no somos presidentes somos caca de perro.

No muy socialista la cosa, digo yo.

Mario Vargas Llosa tuvo el honor de ser el primero en ser despreciado (o por lo menos es la primera ocasión que se ha hecho pública y notoria). El escritor lo había invitado a debatir y Chávez le contestó algo así como: ¡guácatela! ¡Yo no hablo con Premios Nobel! ¡No están a mi nivel!

La segunda vez que le he escuchado decirlo fue a una diputada (cargo que también es de elección), quien se atrevió a discrepar acerca de lo maravilloso de la situación que estamos viviendo en nuestro país. María Corina Machado le pidió (durante una supuesta rendición de cuentas del Presidente-Monarca) que le explicara a las madres venezolanas porqué no consiguen leche, café o aceite en los mercados y que le explicara a Venezuela porqué han fallecido 190.000 ciudadanos por actos criminales desde que él está en el poder. Para terminar le dijo que vulnerar la propiedad de alguien sin mayor justificación y sin pagarle era ilegal, y lo resumió con esta estupenda frase: "Expropiar es robar".

Chávez agarró un arrecherón de antología, no le respondió ninguna de las preguntas, le dijo que ella era menos que un moscardón y que: "Águila no caza moscas".

A mi me parece esto sumamente extraño. Sobre todo dentro de un marco ideológico y moral que postula que todos los seres humanos tienen el mismo valor. Parece fuera de lugar en un gobierno que ha luchado por destruir los sistemas que hacían pesar los méritos acumulados por una persona, sustituyéndolos por concursos de popularidad, lo que muchas veces termina en un intercambio de favores por votos.

También resulta paradójico con respecto a la cháchara sobre lo malo que es el racismo, el clasismo y cualquier otra forma de exclusión.

Resulta más extraño aún si uno se acuerda que en una reunión, el Rey Juan Carlos de España, hasta la corona de escucharlo interrumpir y burlarse de todo dios, le mandó a callar groseramente. Chávez se chupó esa mandarina sin chistar, e incluso luego se rió cuando, un tiempo después, el Rey le regaló una franela en la que aparecía la deliciosa frase "¿Por qué no te callas?"

¿El Rey sí es de su categoría? ¿El Rey, ese señor que sólo es un símbolo diplomático? ¿EL REY QUE NO ES ELEGIDO POR VOTACIÓN Y QUE ES TAN SÓLO EL REMANENTE HISTÓRICO DE ÉPOCAS TERRIBLES EN LAS QUE TODOS MENOS EL REY ERAN CACA DE PERRO?

Yo como que no entiendo ni de socialismos, ni de monarquías.

 

Agresividad y Poder

Agresividad y Poder

Una de las contradicciones que más me cuesta manejar es la que se plantea entre libertad y  control.

Para mí son irrenunciables el respeto a la diferencia, la tolerancia, la solidaridad, la posibilidad de cuidar de sí mismo, la hospitalidad hacia el otro, la defensa de los derechos de todos.

Por otro lado, reconozco con cierta pena y vergüenza que a veces la violencia se hace necesaria.  Incluso para defender todo lo anterior.

Muchos han planteado que es el  Estado el que debe poseer el monopolio de esa violencia, y que debe usarla para controlar la tendencia que tienen los ciudadanos a no respetarse entre sí.

Una de las formas más usadas de esa  violencia implica la privación de libertad (con el uso racional de la fuerza que lleva aparejado) como forma de castigo y prevención. 

Pero hay que añadir muchas otras formas de intervención que parecieran necesarias, pero que muchas veces generan una gran controversia: la vigilancia, la censura, las prohibiciones, las manipulaciones.

El más controversial de estos métodos violentos es quizás la guerra.  Son los episodios más terribles de nuestra historia, debido al terror, la miseria, los crímenes y la muerte que acarrean. 

El problema es que muchas veces lo único que se puede hacer para evitar una guerra es eliminar las circunstancias que la justifican.  Por tanto, existen esas circunstancias que darían razón a un conflicto.  Eliminarlas evitaría la guerra, pero el horizonte amenazador sigue siendo ese: el belicismo como solución.  Es una trampa.  Tratar de evitar una guerra es reconocer que hay causas para una guerra. 

Además, a estas circunstancias se mezclan siempre los intereses más bajos (la guerra es también un negocio del Estado), o las posturas morales más elevadas (Estados que se abrogan una capacidad moral superior para decidir)  y pareciera que hay siempre una serie de eventos y causas que de alguna manera justifican que se produzca el "hasta aquí" violento de la guerra.  Algunos episodios históricos han desembocado en guerras consideradas "justificadas", y que no se sabría muy bien cómo haberlas evitado.  Pero también hay innumerables  ocasiones que parecen no sólo injustas sino también injustificadas…

En todo caso pareciera un asunto que debería someterse a una profunda y constante reflexión por parte del Estado, cosa que no siempre se da. 

La forma y el alcance con el que debe intervenir el Estado no es compartida por todos,  y muchas veces depende de las ideologías, que encallecen el pensamiento.

Algunos piensan que el Estado se debe ocupar casi exclusivamente de administrar los servicios públicos, y dejar la economía, la cultura e incluso la educación al resto de los poderes. 

Otros piensan que el Estado debe enfrentarse a muchos males de nuestra sociedad: frenar la corrupción, la especulación, el fraude financiero, los abusos a los derechos humanos, las componendas para delinquir, los crímenes,  y un largo etc. Esta convicción política considera que debe proteger la fragilidad de sus ciudadanos ante los intereses de los poderosos.   El Estado debería defendernos del Banco que se aprovecha, de la Secta que nos aliena, de los valores distorsionados que nos esclavizan.

El problema es que bajo esta perspectiva el Estado se erige como aquel que lucha contra el mal, y desafortunadamente, lo que ocurre con frecuencia es que el Estado se abroga una superioridad moral que lo lleva a meterse en todo y en todas partes ("el enemigo puede estar alojado en cualquier lugar, y hay que expurgarlo"). 

Además, este tipo de Estado muchas veces considera que tiene el monopolio de la crítica.  Nadie puede quejarse, nadie puede protestar, porque el Estado es y hace "el Bien" por antonomasia.

Y cuando se equivoca él mismo hace la labor de reflexionar, autocríticarse y cambiar.  No necesita de nadie que venga a señalarle sus errores, y dudar de su capacidad para encontrar el buen camino es sencillamente reaccionario, antipatriota o terrorista.

Cualquiera que critique al Estado "Bienhechor" envidia lo que este ha logrado, y por eso quiere destruirlo.  De ahí que el Estado considera que debe atacar primero, con toda la violencia que sea necesaria, y usando todas las herramientas con las que cuenta: cárcel, persecución, censura, prohibición y guerra.

La pregunta que me hago aquí es la siguiente: ¿Cómo tener un Estado lo suficientemente valiente, recto y combativo, que pueda asumir la resistencia contra las diversas formas de poderes nocivos: injustos, fanáticos, destructivos, autoritarios, egoístas, crueles, intolerantes, corruptos, irresponsables y un larguísimo etc., pero que a un mismo tiempo no se crea con patente de corso para hacer lo que le venga en gana con sus ciudadanos, su país o el mundo entero?

Cuando Chávez se haya ido

Cuando Chávez se haya ido

Es probable que, haciendo un balance, tendremos cosas buenas que decir de su gestión.  Muchas malas, pero cosas buenas también.

Cuando una de las amenazas de liderazgo totalitario del siglo XXI haya pasado,  con suspiros de alivio, podremos analizar los 14 años de su gestión con un espíritu sosegado.  Ojalá no tengamos demasiados presos y muertos que lamentar (en Venezuela uno no sabe nunca si sobran o si faltan los presos, pero no hay duda de que demasiada gente muere por descontrol social).

Cuando sean cosa del pasado la agresión constante, las triquiñuelas ilegítimas, los desequilibrios institucionales buscados y a veces regalados, y sólo parezcan una equivocada estrategia de gobierno, en vez de una escalada de la violencia autocrática, podremos conceder acaso lo que fue legítimo o provocado, lo que fue un reflejo defensivo.

Por eso era que pedíamos que no se estableciera la reelección indefinida en nuestro sistema político.  La obligatoriedad del cambio, cada cierto tiempo, del equipo de funcionarios que llamamos gobierno, haría menos angustioso estos análisis.  Es la posibilidad de la eternización del gobierno de turno el que hace más oscuro y aciago el pronóstico. 

Tiendo a ser optimista.  Creo que podemos recuperarnos relativamente rápido del caos en el que estamos sumergidos.

Sin embargo este caos no es lo único que resultó de este período.  Repito: algo bueno quedará… No es mucho, está disperso, difuso, mal encaminado. Debo reconocer que me cuesta reconocerle cualquier cosa.

Pero si algo me salé fácil es reconocerle haber generado conciencia.  Un despertar.  Un darse cuenta de lo importante que es participar.  Lo importante que es saber que la política no es un asunto de los políticos, o que políticos somos todos.  Es saber saberse organizar.  Saber planificar lo que queremos ser. Saber pensar el país.  Y ser consecuente con ello cada día.

Asimilar la importancia que tiene para un país los gestos sencillos: ser honesto, hacer bien su trabajo, pensar en los demás.

Dejar de esperar al Mesías, al Superhombre o al héroe épico.

En última instancia dependerá de qué tan bien hayamos asimilado la lección. 

Depende de la respuesta que le hayamos dado a la pregunta que nos hacíamos en plena crisis de finales del siglo XX: ¿Podemos estar peor? 

El Ataque a la Upel de Maracay (contado desde adentro)

El Ataque a la Upel de Maracay (contado desde adentro)

Saben que en lo que escribo trato de utilizar un estilo moderado.  Pero en esta ocasión espero que sientan la crispación de mi relato, porque viene de adentro, del ultraje vivido, y eso no se puede contar con cabeza fría. 

Alrededor de las 4 de la tarde del día jueves 05 de febrero, los profesores que trabajábamos en las jornadas de transformación curricular vimos correr a todos los que se encontraban frente a las ventanas, en carreras desordenadas como de aquel que no sabe si buscar refugio o escapatoria. 

De inmediato abandonamos nuestra tarea, y al salir del salón donde nos encontrábamos, entre los gritos de alarma, pudimos escuchar las explosiones sordas de los niples y las más secas de las bombas trifásicas de “gas del bueno”.  Algunos decidieron escapar de inmediato por la puerta trasera del instituto, otros corrimos hacia la entrada, y allí pudimos sentir de cerca el caos. 

Los portones de la entrada delantera de la Upel estaban cerrados.  Del lado de adentro un grupo de estudiantes lanzaba piedras hacia fuera, donde se encontraban, lado a lado, juntos en una sola formación, unos 30 policías motorizados y unos 50 individuos ataviados con franelas rojas con el lema “Dile Sí a la enmienda”.  Este batallón (tal como le gusta llamarlos nuestro presidente) lanzaba tanto piedras como bombas lacrimógenas hacia dentro del recinto universitario.  Aclaro: los policías, al lado de los Franelas Rojas y junto con ellos, tomaban piedras del suelo y las arrojaban hacia adentro, y después salpicaban la acción con gas del bueno, para crear ambiente. 

Súbitamente, al batallón atacante se cansó el jueguito inocente de toma y dame, y decidieron dar un paso al frente.  Los policías embistieron los portones con sus motos, y una vez que los goznes cedieron, los Franelas Rojas se encargaron de terminar de derribarlos, encaramándose sobre ellos entrando con piedras en las manos, furia desencajada en el rostro y apoyo policial en la retaguardia.  La escena me recordó, no sé por que, al Planeta de Los Simios.  Quizá por la agresividad animal, y que me perdonen los gorilas, que suficientes ceniceros han puesto a la causa de los derechos de los animales. 

Todos los que estábamos enfrente de la escena tuvimos de nuevo la confusa disyuntiva: ¿Buscar una salida o refugiarnos?  Desafortunadamente, unas 50 personas decidieron entrar al edificio de la Dirección del instituto.  Fui de los últimos en entrar, y detrás de mí, a tan sólo 10 metros, pude ver el unísono salvaje de la horda.  Cuando cerramos las rejas de metal del recinto comenzaron a llover las piedras y las bombas lacrimógenas.  El estado de sitio comenzaba. 

Durante por lo menos 1 hora estuvimos atrapados dentro del edificio.  Los Franelas Rojas lo rodearon por todos los flancos, y la lluvia de peñones y bombas lacrimógenas contaba la historia de un ataque muy bien planificado, con relevo estratégico de municiones y organización terrorista perfecta.  El ataque intenso no dejó ventana ilesa.  Los computadores de las oficinas, fueron, afortunadamente, los únicos que dejaron su alma de unos y ceros como víctimas fatales.  Pero la intensa nube de gas mostaza  y la rabia psicopática de los atacantes nos hizo temer por nuestras vidas.  Asfixia o contusión podrían haber sido las conclusiones forenses.  Sin embargo, en los espíritus, no era el pánico el que cundía.  Indignación, asombro e impotencia eran las emociones más fuertes.  El celular, instrumento tecnológico maravilloso para los desesperados, nos sirvió para ponernos en contacto con los seres queridos, para que compartieran nuestra zozobra, sobre todo cuando nos preguntaban qué podían hacer por nosotros… Ese era el quid del asunto: si la policía estaba ahí mismo, a 10 metros de la agresión infame ¿Quién podía ayudarnos?  Desesperados, como quién espera un mal resultado que no tarda en llegar, nos desplazábamos por los pasillos, entrábamos en las oficinas despanzurradas, subíamos y bajábamos escaleras, como ratones de un triste experimento. 

Cuando sentimos disminuir el tronar de las rocas nos acercamos a las ventanas, y vimos a los Franelas Rojas retroceder lentamente, la expresión de furia salvaje trocada en sonrisa satisfecha.  Salimos rápidamente del edificio y los vimos alejarse tranquilamente de la universidad, mientras lanzaban las piedras que le quedaban sobre los autos que estaban a su paso (unos 15 carros quedaron seriamente dañados), abandonar la universidad por la puerta grande, bajo la mirada orgullosa de los policías apostados delante de ellos.   

El resto ocurrió con milimetrada precisión.  Apareció un autobús en el que se subió la horda y partió con cánticos de júbilo.  Los policías arrancaron justo detrás de ellos, y dos minutos después, la Avenida Las Delicias, que había estado cerrada hasta ese momento, se llenó de automóviles que pasaban delante como si nada hubiera ocurrido.   

Miembros de mi familia, chavistas ultra, me explicaron lo ocurrido con los siguientes argumentos, (que quiero tratar de desmontar, porque supongo que serán los mismos que utilizará el gobierno): 

  1.       Los Rojos son miembros de la ultraderecha-radical-pitiyanqui-imperialista golpista-oligarca-burguesa-puntofijista-puertoriqueña-fascista, que quieren sembrar el caos en el país para evitar la victoria aplastante del Sí.  Bueno, digamos que esto pueda ser cierto (con mucha imaginación sesgada por el fanatismo ideológico).  Pero hay algo que no cuadra aquí…  ¿Cómo pueden haber hecho lo que hicieron (su plan para sembrar el caos en el país) bajo la mirada complaciente de 30 policías fuertemente armados, a las órdenes del Teniente Isea?
  2.       La policía no pudo hacer nada porque no pueden violar la autonomía universitaria.  Aquí también hay un problema.  ¿No es violar la autonomía universitaria tumbar el portón de la entrada?  ¿No es violar la autonomía universitaria lanzar piedras y bombas lacrimógenas codo a codo con las hordas de Franelas Rojas?
  3.       La policía no intervino porque era un asunto entre estudiantes.  No, tampoco me cuadra.  ¿Puede un policía observar un crimen, donde sea que esto ocurra, y no detener a los que lo cometieron, por lo menos para preguntarles por qué son tan malitos? ¿Puede un policía abandonar un lugar donde se cometió un salvaje atropello sin siquiera preguntar si alguien necesita ayuda, sin solicitar un permiso de entrada para recoger evidencia de lo ocurrido?
  4.       En última instancia, al Gobierno Bolivariano no le conviene la violencia en un período electoral, por tanto, no tienen nada que ver con el ataque.  No me hagan reír que tengo el labio partido.  El lenguaje de nuestro presidente es lenguaje de guerra (la palabra “guerra” dicen los analistas del discurso que hacen la inimaginablemente insufrible labor de estudiar la verborragia del presidente, se repite un poco más que la palabra “yo”, cosa que, en un ego tan hipertrofiado, es asombrosa). Yo no creo que sea un problema de conveniencia, sino un problema de estilo.  Al presidente le interesa bien poco los resultados electorales, las “victorias de mierda” que pueda alcanzar la oposición.  Lo suyo es la hegemonía del poder a través del abuso, la agresión, la violación y el terrorismo de Estado. 

Como les dije, la cosa no iba suave.  Perdón por el asco.

El Argumento Bolívar

El Argumento Bolívar

En la discusión acerca de la posibilidad de reelegir indefinidamente al Presidente de la República acepto que el concepto de “soberanía” pudiera implicar el derecho a decidir dejar en el poder a quién lo ha hecho bien, tantas veces como esa “voluntad soberana” lo desee.

 

El problema es que los voceros gubernamentales (en una democracia robusta no debería ser el gobierno, y mucho menos sus adulantes los que promovieran una reforma tan delicada, que parece apuntar solamente al beneficio de su líder) pretenden que con este argumento ya confutaron todos los argumentos “oposicionistas” (que palabra tonta, Señor).  Veamos cuales son los más importantes.

 

Uno de los más sencillos, y de los más fáciles de explicar es que ya dijimos que no a la reelección indefinida en el referéndum del 2 de diciembre del 2007.  Se consultó, junto con otras reformas posibles, y todas fueron negadas ¿Por qué no se respeta en este caso la soberanía del pueblo?  El planteamiento de que aquella vez la propuesta fue en bloque y esta vez es punto por punto es bastante cínico.  Primero, porque la votación punto por punto fue lo que se sugirió que debía haberse  en el referéndum anterior, y el gobierno se negó rotundamete, porque la propuesta era un todo, un bloque homogéneo, sistemático y orgánico que perdía sentido si se discutía por separado ¿Cómo es que ahora si se puede?  La única respuesta que se me ocurre es que el Presidente, haciendo caso omiso de la “voluntad soberana del pueblo” manifestada en el referéndum, aprobó por vía de ley habilitante una parte de la propuesta de reforma, pero no pudo aprobar este “pequeño cambio”, porque la cosa no hubiera pasado tan suavemente.  Y segundo, porque, cuando se llevó a cabo el referéndum de marras, el elemento más impopular (entre un 70 y un 80 por ciento de rechazo) era precisamente la reelección indefinida.

 

Hay en todo esto un elemento extraño, un “de aquí no me saca ni Dios” (mejorando a Mugabe), una gotita fría a lo tortura china, que no se entiende muy bien.  Es decir, el Presidente nos preguntó si se puede quedar para siempre, le dijimos que no, y entonces se queda para siempre preguntándonos si se puede quedar para siempre. 

 

Pero el argumento más importante, y el que han tratado de rebatir con muy poco tino, es el “argumento Bolívar”.  Y es que es poderoso: dejar mucho tiempo a alguien en el poder genera distorsiones, la gente se acostumbra a obedecer, a considerar al líder como insustituible, y esto es muy difícil de evitar.  Por otro lado, un presidente en el poder adquiere paulatinamente mayor capacidad de influencia y control de los mecanismos para quedarse en el cargo: crea dependencias, alianzas, miedos y redes; incrementa las presiones indebidas, parcializa las instituciones, debilita las disidencias con múltiples coacciones.  De ahí que sea forzosa la regulación de la alternabilidad.  Alternar implica permitir elecciones en las que otros puedan participar en igualdad de condiciones.  Incluso dentro del mismo partido de gobierno.  Alternar implica poner un límite, garantizar el respeto al principio de que en una democracia, todas las voces deben ser escuchadas, y todas deben tener oportunidades iguales de llegar al poder, y además, siempre que su objetivo no esté reñido con esa alternabilidad, y la convivencia de una pluralidad de sentidos.  Precisamente, ningún referéndum podría consultar sobre la posibilidad de quitarle derecho al voto o a la elegibilidad a los negros, los oligarcas, las mujeres o a los discapacitados.  Son cosas que no se discuten, porque atentan contra la democracia y su progresividad, y ninguna mayoría puede pretender esa posibilidad.

 

Todavía quedan muchos argumentos, como el legal (la Constitución estipula claramente que una misma reforma no puede ser propuesta dos veces en un mismo período de gobierno) y el hecho de que al gobierno le moleste tanto que la misma reelección indefinida pueda ser aplicada para alcaldes y gobernadores (refutadas mediante galimatías alrededor de la figura de unidad y totalidad), pero sería alargar mucho una discusión que, en el fondo, siento un tanto repetitiva.

 

Sólo queda votar NO a la “enmiendita”.